lunes, 27 de diciembre de 2010

Un mito que comenzó hace 50 años

La primera vez que supe de su existencia fue con su ‘nombre de esclavo’: Cassius Clay. Se referían a él como un personaje que hacía oler a naftalina. La publicidad se encargó de recuperarlo en esa carrera-collage junto a otros deportistas para una marca de ropa deportiva, aunque también ayudó su presencia en los Juegos Olímpicos de Atlanta con la enfermedad del Parkinson a cuestas.

Pero sobre todo empecé a conocer su técnica viendo la herencia recogida por otros púgiles. En un programa que hablaba del arte en el cuadrilátero observé cómo luchaba un argelino que apenas se cubría con los guantes. Era de pies muy rápidos. Un auténtico bailarín.

Aunque definitivamente capté su esencia gracias, cómo no, a su recuperación por parte del fascinante Michael Mann en Ali. Verdad en estado puro.


Se cumplen 50 años de la primera gran victoria de Muhammad Ali y han editado un libro bestial en Taschen. Su técnica rope-a-dope debería estar muy presente en estos días: a veces hay que dejar que el atacante insista hasta que se canse y en ese momento dar el golpe maestro que te de la victoria. También su frase clave:


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